martes, 29 de septiembre de 2009

ANDROLOGOS Y SEXOLOGOS ¿LUCHA O ALIANZA? II

Fue tanto el uso excesivo de la testosterona, que perdió prestigio como ins-
trumento terapéutico, a pesar de que conocemos el efecto espectacular que sobre los
hipogonadismos reales produce. Pero para la disfunción eréctil, fue desde la sexología
clínica que empezamos a exigir a los andrólogos que cada vez que indicaran testosterona,
por lo menos efectuaran un testeo obligatorio de antígenos o fosfatasas sanguíneas
que descartaran el cáncer de próstata “in situ”, y que efectuaran siempre el tacto
rectal, por ejemplo.

El tratamiento protético para las disfunciones eréctiles orgánicas ha tenido
un gran desarrollo a lo largo de la segunda mitad del siglo, así como la angioplastia de
revascularización por by pass de las arterias pudendas y sus ramas, en caso de obs-
trucción. Estas últimas tuvieron su auge, aunque los efectos beneficiosos eran de cor-
ta duración en el caso de enfermedades sistémicas como las arteriopatías diabéticas y
arterioscleróticas, pues las oclusiones se replicaban. También tuvieron un auge tran-
sitorio las resecciones venosas para el tratamiento de las fugas venosas o robo pelviano,
que el sistema venoso insuficiente provocaría. Sin embargo, se prodigaron y se mon-
taron clínicas andrológicas para este tipo de tratamiento, cuyos efectos positivos fue-
ron descalificados en sucesivos congresos de los propios andrólogos. No ocurrió así
con las prótesis peneanas, que gozan de buena salud.

Las prótesis comenzaron por ser vástagos rígidos y de material poco malea-
ble y baja durabilidad, hasta los de alta tecnología actual, con prótesis inflables
electrónicamente o con depósitos de gel en regiones abdominales o en un tercer testí-
culo manipulable, y metales con memoria incluidos en los vástagos de polietileno de
grosor y longitud standard, que aseguran una rigidez permanente o a voluntad, hasta
el fin de la vida del paciente. Es un tratamiento irreversible, pues sabemos que las
prótesis destruyen para siempre los cuerpos cavernosos en que son implantados. Por
tanto, no están indicados en la disfunción eréctil psicogénica. Pero en clínicas
andrológicas, para espanto de los sexólogos, se prodigaron las prótesis y todavía se
sigue haciendo, aun en personas de mediana edad y bastante jóvenes con cuadros nada
irreversibles, para los que estuvieron primitivamente destinados como terapeútica de
último recurso. Se han visto abusos de diagnósticos e indicaciones indebidas de próte-
sis, en el “furor curandis” que suele invadir a los andrólogos, contagiados por las
urgencias de sus pacientes.

Desde la sexología nunca hubo una oposición a las prótesis en las impotencias
orgánicas irreversibles, casos en los que siempre las indicamos. Pero no aceptamos
que se los colocaran a pacientes jóvenes de 30 a 40 años, sin lesiones orgánicas y hasta
sin disfunción eréctil, como nos lo comunicara con humor un distinguido cirujano
plástico que accedió a colocar –en 11 minutos- una prótesis “como la que le colocó a
su padre de 65” a un joven de 33 años, en un fin de semana en que simuló efectuar un
viaje al exterior, para que su mujer no se diera cuenta.

Sin duda, hay clínicas andrológicas instaladas con criterio comercial, por el
montaje de sus laboratorios para estudios a veces innecesarios y mobiliario lujoso,
presencia en medios de difusión masiva a cargo de empresas publicitarias, en su afán
de impresionar a su clientela con la parafernalia tecnológica y la infalibilidad presunta.
La profusión de estudios o “check ups” tipo Mayo Clinic, siempre ha dado buenos
dividendos, pero solo en las golondrinas profesionales del área. Muchos son los
andrólogos y también sexólogos aficionados que abrevan en el campo, lo expolian, lo
desacreditan y se retiran a otro campo médico, que seguramente también expoliarán.

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