martes, 8 de septiembre de 2009

ESTUDIO CLÍNICO DE CADA DISFUNCIÓN SEXUAL II

TRASTORNOS DE LA FASE DE EXCITACIÓN

Trastorno de la Fase de Excitación en el Varón o Disfunción Eréctil

Es la antigua “impotencia”, o en el caso de ser de causa psicológica, el DSM III la denomina “Excitación sexual inhibida en el varón” y el DSM IV “Trastorno
de la erección del varón”. Sea de causa orgánica o psicogénica, se aplica el término más adecuado de disfunción eréctil, que posee la ventaja de que no juzga sobre la causa, y se refiere específicamente a la erección, fenómeno inexistente en la mujer.
Vemos que el DSM IV ya incluye la erección en la nosología psiquiátrica.

La definición propuesta por Masters y Johnson –no vamos a revisar las anteriores por obsoletas- dice que se trata de “la incapacidad del hombre para lograr y mantener una erección suficiente como para realizar e1 coito”. Si logra la erección y la pierde antes o a poco de la introducción, sin eyacular, también se trata de una disfunción eréctil. Si eyacula, se tratará de una eyaculación precoz.

La ‘impotencia’ según estos autores, presenta dos formas clínicas: la
disfunción eréctil primaria, que implica incapacidad permanente y desde el primer coito: nunca logró una introducción en la relación hetero u homosexual. En cambio, la disfunción eréctil secundaria aparece luego de un período corto o prolongado de buenas relaciones sexuales. No basta un solo fallo. Debe haber una proporción aproximada de un 25% de sus relaciones sexuales fracasadas para hacer el diagnóstico. Las secundarias son mucho más frecuentes que las disfunciones eréctiles primarias.

Para Kaplan la disfunción erectiva es simplemente un bloqueo del refle-
jo de erección del pene. Objeta al término impotencia por inadecuado y peyorativo, pero lo utiliza porque está consagrado por el uso.

Haslam dice que “existe falla de excitación cuando la erección del pene
es insuficiente para permitir su penetración en la vagina sin ayuda”. Esta definición agrega la falta de ayuda, pero se refiere a la vagina. Masters y Johnson se referían a la relación hetero y homosexual.

Sin duda, el término impotencia debería ser desterrado del uso corriente en Sexología, porque designó durante mucho tiempo a una enorme variedad de trastornos, y hoy sólo lo hace a uno de ellos. Pero nunca sabremos a ciencia cierta, por algún tiempo todavía, si el autor que utiliza el término se refiere a lo mismo que nosotros.

Por ejemplo, Quijada (88) recorre en 1983 las diversas formas de impoten-
cia, como la impotencia coeundi que sería la disfunción eréctil; la impotencia
eyaculatoria, penetración sin eyaculación (en desuso); impotencia generandi o
concipienti, hay penetración pero semen infecundo; impotencia orgásmica e impotencia satisfactionis, con penetración y orgasmo sin satisfacción. Son términos en desuso. La ‘impotencia femenina’ sería equivalente a la frigidez antigua, pero no sólo está en desuso, sino que Masters y Johnson (73) afirmaron que “es todavía un hecho fisiológico irrevocable que la mujer sólo necesita estar quieta para ser potente”, entendiendo por potencia la capacidad de efectuar el coito.

Por eso el DSM III define a la “excitación sexual inhibida” como la “inhi-
bición recurrente y persistente de la excitación sexual durante la actividad sexual, manifestada por el fracaso total o parcial en obtener o mantener la erección hasta el final del acto sexual”. Y agrega: “Debe coexistir un juicio clínico de que el individuo realiza actividades sexuales que son adecuadas en tipo, intensidad y duración”. El DSM IV (6) agrega que “la alteración debe provocar malestar acusado o dificultades en las relaciones interpersonales”.

Como todos los trastornos disfuncionales, la disfunción eréctil presenta una forma primaria (de toda la vida) y otra secundaria (adquirida), una parcial y otra absoluta, una selectiva o situacional y otra con cualquier compañero.

Nosotros (23) propusimos una clasificación clínica de las diversas formas de la disfunción eréctil y el porcentaje obtenido en una muestra de 150 pacientes:
“La mitad de la población masculina experimenta alguna vez episodios transitorios de impotencia” dice Kaplan (54). Pero Kinsey (63) sólo obtuvo una frecuencia de 2.7% en su muestra de la población total de EE.UU y en 1948. Freud decía, sin embargo en 1912, que “Si preguntamos a un psicoanalista cuál es la enfermedad para cuyo remedio se acude a él con mayor frecuencia, nos indicará -previa excepción de las múltiples formas de angustia- la impotencia psíquica”.

Estudios de 1993 del Instituto Nacional de Salud de los EEUU estimaron en 30 millones de varones estadounidenses los afectados por disfunción eréctil de algún tipo. Entre 1987 a 1989 fueron estudiados varones entre 40 y 70 años, de los cuales el 35 % padecía de una DE moderada o completa, comprobándose que a mayor edad, mayor prevalencia: 39 % para los varones de 40 años, 48 % para los de 50, 57 % para los de 60 y 67 % para los de 70 años. Se estima un 75 % para los varones de 80 años.

Estudios de Francia y el Reino Unido dieron resultados similares. En la Argentina, el porcentaje hallado en 1998 fue del 36 %. Se estimaba en 1998 que unos 100 millones de varones presentan algún grado de DE en todo el mundo. Un estudio del año 1998 con 1290 varones entre 40 y 70 años, revelaba que el 52 % presentaba algún tipo de disfunción eréctil y se estima que para el año 2005, 411 millones de varones de ese rango etario sufrirá de disfunción eréctil. Rosen y col. aplicaron una Escala Multidimensional de la Función Eréctil para establecer los grados leve, moderado y completo de la disfunción eréctil, y hallaron que el 19 % de la población masculina mayor de 40 años sufre de una disfunción eréctil completa, el 48 % de una disfunción eréctil moderada y el 33 % restante, sufre de una disfunción eréctil mínima o leve.

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