jueves, 10 de septiembre de 2009

IMPORTANCIA DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES


El ser humano, a diferencia del animal, posee una sexualidad libre, con una
pre-programación genética muy modificada por el gran desarrollo del cerebro ante-
rior. Pero el animal no es libre, sino esclavo de sus instintos programados. A esta
libertad sexual, los seres humanos pagamos el tributo de patologías y trastornos en su
ejercicio, hecho que los animales no padecen.

Históricamente se registran antiquísimas preocupaciones de las personas por
un buen desempeño sexual, expresadas por el uso de procedimientos especiales para
combatir esos trastornos, sobre todo la disfunción sexual masculina, con amuletos,
brebajes mágicos y el uso de afrodisíacos y estimulantes sexuales presuntos, que han
transformado el problema sexual en campo de acción de vendedores de ilusiones,
chapuceros y abusadores de la buena fe.

Siendo lo sexual un tema tabú, los trastornos sexuales se transformaron en
“enfermedades secretas” o “enfermedades vergonzantes”, de las que no eran informa-
dos siquiera los médicos, y de las que se avergonzaban las personas que las sufrían en
silencio. Sobre todo los varones, de quienes siempre se esperó que estuvieran forma-
dos y preparados para ser los “maestros de ceremonias” del coito, con la erección
siempre lista y el orgasmo demorado hasta el placer de su mujer. Las mujeres, excepto
en el caso de vaginismo o dispareunia, pudieron disimular sus disfunciones sexuales y
hasta llegaron a transformarlas en virtud.

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