martes, 29 de septiembre de 2009

LAS NUEVAS TECNOLOGIAS DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

A los sexólogos psicoterapeutas nos ha costado mucho aceptar que el desa-
rrollo de las técnicas de diagnóstico no invasivas como la ecografía doppler de los
vasos peneanos, la cronaxia o el estudios de la tumescencia peneana nocturna (TPN)
y por rigiscan, tuvieran un resultado tan categórico como se anunció desde un princi-
pio desde el campo de la andrología. Pero hubo que rendirse ante la evidencia. A
medida que avanza la edad del paciente, las causas orgánicas no diagnosticadas con
las técnicas tradicionales, van en aumento y superan el 50 % después de los 60 años.

Repetimos que desde las clínicas que se dedicaban a colocar prótesis o a la
revascularización peneana, había un sobre-diagnóstico abusivo para aumentar su clien-
tela, en un evidente abuso de buena fe y franca transgresión ética. De allí la confusión
desde la sexología, muchos de los cuales, mal informados y hasta en franca negación
e ignorancia de los progresos científicos del área, se mantenían tozudamente en la
tesitura de que la mayoría de los casos de impotencia eran de causa psicogénica.

Y luego vino la papaverina. Ronald Virag en 1982, descubrió accidental-
mente que la inyección de esta sustancia vasodilatadora muy conocida, en la arteria
hipogástrica y pudenda, provocaba la erección peneana en su paciente anestesiado. Y
en 1983 lo demostró –al mejor estilo Carrión- ante un auditorio estupefacto, inyectán-
dose la sustancia en sus propios cuerpos cavernosos, que provocó una erección ins-
tantánea y prolongada.

El desarrollo de otras sustancias vasoactivas inyectables, como la fentolamina
y la prostaglandina E 1, tenían idéntica acción que la papaverina, por tanto, eficaces en
la disfunción eréctil de cualquier etiología, y para colmo, con mejores resultados en
las impotencias de causa psicogénica. Esto volvió a convertirse en motivo de contro-
versia entre andrólogos y sexólogos. Aquellos obtenían resultados inmediatos, y fue-
ron descubriendo que el temido dolor al pinchazo no era un problema mayor, sino la
presencia del líquido en el cuerpo cavernoso, que provoca dolor real. Que la fibrosis
del estroma de los sinusoides cavernosos, unidades funcionales de la erección, aumen-
taba con cada inyección, y que el priapismo era una complicación bastante frecuente y
oscilante entre el 7 y 12 % de los usuarios de la técnica. Las inyecciones intracavernosas
sustituyeron a todas las demás terapias y predominaron ampliamente sobre las demás
técnicas terapéuticas de la impotencia en los años 90.

Los sexólogos acusamos a los andrólogos de “erectólogos”, capaces de pro-
vocar erecciones sin considerar los aspectos sociales de la pareja y los aspectos psico-
lógicos del paciente. Se comprobaron divorcios y separaciones por causa de varones
que llegaban a casa con una erección inducida y con tiempo limitado para realizar el
coito (20, 30, 60 minutos), de acuerdo al periodo de acción posible del fármaco. Las
mujeres se podían sentir encantadas o enfurecidas por igual, pero sorprendidas siem-
pre si no estaban al tanto del procedimiento. La mayoría de las clínicas andrológicas
no atienden más que a varones solos, sin sus parejas.

Pero el trabajo multidisciplinario demostró que cuando las inyecciones
intracavernosas se indicaban con el consentimiento y la cooperación de la pareja, se
observaba una mejoría evidente de la relación de pareja –se salvaba un matrimonio,
por ejemplo-, y la elevación de la autoestima del paciente lo ayudaba a encarar su
temor al desempeño y superarlo, con la consiguiente posibilidad de disminución pro-
gresiva de la concentración de los fármacos inyectados, hasta su total supresión.
Pero esto no era posible sin la multidisciplina.

Es verdad que la adicción a estas sustancias vasoactivas en quienes logran
una buena erección, y desean una rigidez mayor, es un riesgo. Pero todo tratamiento
tiene sus indicaciones, contraindicaciones y riesgo de adicción, que deben asumirse.
Además, se ha logrado que el alprostadil (MUSE), una prostaglandina que ya se
utilizaba para la inyección intracavernosa, se pudiera administrar por vía uretral, a
través de la mucosa, con lo que se eliminó el pinchazo. Y por último, apareció el
citrato de Sildenafil (Viagra) y otras sustancias como el mesilato de fentolamina,
que han conmocionado al mundo pues se trata de sustancias que favorecen la erección
pero ingeridas por vía oral, sin riesgos de priapismo.

En las luchas entre andrólogos y sexólogos se ha puesto de manifiesto tanto
las capacidades como las propias y mutuas insuficiencias parciales en su formación
terapéutica. Lo que saben y hacen los andrólogos no es suficiente para un tratamiento
integral de los pacientes con disfunciones sexuales. Les faltan conocimientos y técni-
cas que den un engarce más humano, afectivo y comprensivo de las vivencias
psicosociales de los pacientes. Pero también lo que saben y hacen los sexólogos clíni-
cos no es suficiente para el tratamiento integral de los portadores de disfunción eréctil.
Debemos incorporar los conocimientos y técnicas de las neurociencias, la farmacología
y la cirugía actual. ¿Cómo? Mediante la interdisciplina.

Es muy dispar la formación de andrólogos y sexólogos, desde sus mismas
bases teóricas y clínicas. Unos, médicos de alta tecnología. Otros, médicos o psicólo-
gos especializados en el área de la conducta, con otras altas tecnologías que llevan –
ambas formaciones- años de capacitación rigurosa.

Debemos aliarnos para bien de nuestros pacientes. En el Uruguay, la Socie-
dad Uruguaya de Sexología y la Sociedad Uruguaya de Impotencia que integra a
sexólogos y andrólogos respectivamente, publicamos una declaración conjunta sobre
el carácter experimental de las intervenciones de neurotomía quirúrgica para tratar la
eyaculación precoz, así como las operaciones para el alargamiento del pene, luego de
una reunión científica conjunta, en el correr del año 1997.

También en setiembre de 1997, el IV Congreso Latinoamericano para el es-
tudio de la Impotencia reunido en las termas de Quinamávida, Chile, invitó a varios
sexólogos para que participáramos de las deliberaciones y efectuáramos aportes, que
fueron muy valorados. Los andrólogos siempre han participado escasamente de los
Congresos de Sexología y generalmente no se afilian a las Sociedades de Sexología,
pues prefieren hacerlo a la de Impotencia, más específica. El problema es que los
andrólogos desconocen los trastornos sexuales de la mujer, así como su terapéutica,
por lo que están limitadan sus posibilidades de ser acreditados como sexólogos clíni-
cos, aunque saben mucho sobre varones.

Sobre el citrato de sildenafil (Viagra) y el mesilato de fentolamina (Vasomax),
debemos agregar algo más. Los sexólogos clínicos podremos utilizarlas para el trata-
miento de la disfunción eréctil en la medida en que nuestra condición de médicos nos
permita recetarlas. También podremos, sin embargo, hacer algo más con las sustan-
cias vasoactivas inductoras y estos fármacos orales facilitadores de la erección. Po-
dremos utilizar técnicas de juegos de fantasía, desarrollo del deseo sexual, placereado
motivador, que facilite la acción de estos fármacos, desencadenando la secuencia quí-
mica necesaria – liberación del óxido nítrico -, amén de la consideración global del
caso: biopsicosocial. Pero además, podremos utilizarlo en el tratamiento de parafilias,
en los casos de reasignación de sexo en el postoperatorio de intersexuales y
transexuales. No bastan los videos pornográficos que se proyectan en casa o en las
clínicas andrológicas.

Nos necesitamos los andrólogos y los sexólogos. Abandonemos la idea de
acusarnos mutuamente de intrusos o incompetentes. Reconozcamos que somos po-
seedores de partes complementarias de un saber y un hacer científico que no admite
supremacías ni liderazgos.

No es ético que los andrólogos sean consultantes que solo indiquen análisis o receten
drogas en una clínica sexológica. Ni es ético que los sexólogos clínicos sean emplea-
dos auxiliares en las clínicas andrológicas.

Lo ético es que reconozcamos mutuamente nuestros límites y nuestras capa-
cidades, y que trabajemos en alianza, en equipo.

Tal vez en muchos países aun sea imposible o difícil esta interdisciplina. Pero
la invitación está hecha. Al fin y al cabo, si la lucha es la oscuridad y la alianza es la
aurora, tendrá plena validez lo que dijera Jalil Gibrán: “No se puede llegar al alba por
el sendero de la noche”.

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