martes, 8 de septiembre de 2009

TRASTORNOS DE LA FASE DE ORGASMO

Ausencia de Control Eyaculatorio o Eyaculación Precóz

La Eyaculación precoz, también es denominada “eyaculación prematura”, o “insuficiente control eyaculatorio”, o “eyaculación rápida” o “eyaculación ultrarrápida”. Se trata de una eyaculación precoz precoital cuando el varón no soporta las caricias previas, y “ante portas” cuando sí las soporta pero eyacula al intentar penetrar; y prematura propiamente dicha, si penetra y no puede contener la eyaculación el tiempo adecuado.

La definición de la eyaculación precoz se presta a numerosas variantes y
discusiones. Fundamentalmente, porque este trastorno no altera la fecundidad de la pareja, y porque culturalmente se considera normal que el hombre sea “rápido” y la mujer “lenta” en el coito. Es común en el adolescente y el joven desentrenado, y puede pasar desapercibida si se realizan coitos repetidos con períodos refractarios cortos. Pero es un verdadero fracaso y una severa incapacidad masculina, pues frustra la descarga de la mujer.

Se han propuesto numerosas definiciones. Unas están centradas en la respuesta de la mujer, y otras, en las del varón.

Las centradas en la mujer, definen a la eyaculación precoz como la incapacidad del hombre de mantener la introducción vaginal sin llegar al orgasmo hasta que la mujer se satisfaga. El problema radica en que no se aclara si hay o no excitación manual previa de la mujer, quien puede llegar al orgasmo manual clitorídeo o vaginalmente estimulada, antes de la penetración, y en ese caso se requiere muy corto plazo de penetración o ninguno para alcanzar el orgasmo femenino. El otro aspecto a considerar en esta definición es que la mujer pueda ser particularmente lenta en su excitación de 10, 20 o 30 minutos antes del orgasmo, y es difícil para cualquier varón que controle su orgasmo, el mantener una erección y penetración sin orgasmo, con la estimulación continua del glande contra la vagina.

Masters y Johnson proponen la siguiente definición, centrada en la mu-
jer: “Un hombre es eyaculador precoz, cuando durante la introducción intravaginal, no puede controlar la eyaculación por un período suficiente para satisfacer a su cónyuge, aunque sea en el 50% de sus contactos sexuales”. Y agregan: “Si la mujer es inorgásmica, por razones ajenas a la rapidez eyaculatoria esta definición carece de validez”. Nosotros no aceptamos la validez general de esta poco clínica definición.

Las definiciones centradas en el varón, son varias. Por ejemplo, Meyer presenta
tres:
1) Eyaculación producida durante los juegos anteriores al coito y que son
preparatorios del mismo;
2) Eyaculación en el momento o durante la penetración;
3) Eyaculación producida en cualquier momento antes de quince penetraciones del pene después de la primera introducción.
Otros hablan de diez movimientos. Masters y Johnson citan el criterio
de un servicio urológico de considerar como eyaculación precoz cuando ella se producía treinta segundos después de la introducción, y el de un servicio psiquiátrico, que lo extendía a un minuto y Quijada a dos minutos.

En realidad, el carácter “precoz” de la eyaculación, no marca un tiempo medible cuantitativamente, ni un número exacto de movimientos, ni siquiera el logro del orgasmo por parte de la mujer.

La eyaculación precoz se define por la incapacidad o ausencia de control
voluntario del reflejo eyaculatorio. La capacidad de control debe existir para la función sexual normal, sobre la musculatura pubococcígea que se contrae rítmicamente durante el orgasmo, así como debe existir la plena “conciencia de las sensaciones premonitorias del orgasmo”. Si el orgasmo es un reflejo involuntario que se descarga con un umbral particularmente bajo de excitación, estamos ante una eyaculación precoz.

La pareja debe encontrar un lenguaje propio que adecue sus ritmos y tiempos sexuales, pero teniendo sus respuestas bajo control voluntario, sin presiones ni obsesiones.

Por todo ello, la definición propuesta por Kaplan (54) y adoptada por el
DSM III (5) dice: “Eyaculación precoz es aquella que se presenta antes de que el
individuo lo desee, debido a una ausencia recurrente y persistente de un razonable control voluntario de la eyaculación y del orgasmo durante la actividad sexual”. Y agrega: “El juicio de ‘control razonable’ debe ser realizado por el clínico, teniendo en cuenta los factores que afectan a la duración de la fase de excitación, como la edad (desaparece la sensación de inevitabilidad eyaculatoria o emisión), la novedad de la pareja sexual (que aumenta la ansiedad y la falta de ajuste), y la frecuencia y duración del coito (cuanto mayor la abstinencia, más frecuente la precocidad eyaculatoria)”.

El DSM IV (6), ya en 1995 dice que la eyaculación precoz es “la eyaculación
recurrente o persistente en respuesta a una estimulación mínima antes, durante o poco tiempo después de la penetración, y antes de que la persona lo desee. Debe tenerse en cuenta la edad, la novedad de la pareja y la situación y frecuencia de la actividad sexual”. Y debe causar molestias o dificultades acusadas en lo personal e interpersonal.

Es tal vez una de las más frecuentes disfunciones sexuales de los varones, y es raro que alguno no haya tenido algún episodio de eyaculación precoz en sus vidas. Ocurre a todas las edades, en todos los niveles sociales.

Aunque el eyaculador precoz no presenta trastornos de la erección, y suele poseer mucho apetito sexual, el carácter frustrante de la afección, para él y su pareja, suele ser demoledor. Es interpretado por la mujer como un acto de sabotaje voluntario, un egoísmo frustrante del derecho al placer de la mujer, de un disfrute excluyente en que ella es espectadora pasiva, objeto de uso. La pareja puede deteriorarse. Los consejos caseros para combatirlo, como ingerir hormonas o “pensar en otra cosa”, constituyen exactamente lo contrario de lo que se debe tomar o hacer, y pueden ser deletéreos.

Así como la disfunción eréctil es frecuentemente causada por problemas orgánicos y medicamentosos, la eyaculación precoz es más frecuentemente causada por ansiedad. Es también la disfunción sexual masculina más fácilmente tratable o la que proporciona estadísticas de curación más altas (90%) de todas, mediante la terapia sexual.

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